Misión: Encontrar los dulces perdidos [Privado: Colette]

Oh, Dios mío. Que alguien apagara el horno, por favor. O al menos que le bajara la temperatura, ¿por qué nadie hacía algo? O quizá ella ni debería haber salido de su lujoso departamento que tenía un, bastante útil, aire acondicionado.  Pero, ah, alguien debería haberle advertido que hacía un calor infernal fuera de él. ¡Ella tan sólo había salido por unos cuantos dulces! Maldita sea, todo por un caprichito. Hubiera llamado a los asistentes y ellos podrían haber hecho algo, pero no. Antonette tenía días sin salir y había deseado una excusa para hacerlo.

Lo peor de todo el caso, es que ella debía cubrirse algo el rostro y… su cabello, por lo que llevaba una sudadera con capucha y con ese calor… Maldito infierno de Infraterra. Todo porque no podía pasear como gente normal por su popularidad en el ámbito musical.

Lo único bueno es que había salud… ¿NO?

Cuando finalmente pudo visualizar el Centro Comercial, casi pudo escuchar el harpa de los ángeles y sus cánticos, una sonrisa extensa se dibujó en su rostro cuando salió corriendo hacia el lugar, sin importarle que otra gente la viera como loca, pues lo único que deseaba era comprar los dulces que quería desde que se le acabaron en su departamento.

Entró al lugar y sintió completamente el clima en su rostro, finalmente algo de frío y no le importaba enfermarse por el cambio brusco de temperatura, porque valía la pena… Oh, sí que la valía.

La gente parecía estar aglomerándose ahí, seguramente por la misma razón que ella para salir corriendo y entrar. Mientras caminaba en el enorme lugar, decidió sentarse un momento en los sillones que se encontraban por ahí, revisó su bolsa que tan sólo contenía su móvil y su cartera, pues no necesitaba otra cosa en esos momentos, quitándose los lentes oscuros, revisó el lugar con tranquilidad.

―Vaya que hay gente… ya quiero comprar mis dulces ―agregó emocionada―. Seguramente hay una tienda llena de ellos…

Prácticamente se le hizo agua la boca al imaginar eso, en serio que anhelaba comprar dulces ―y si se sumaban otros pues… ni modos―, ir a su departamento y tirarse frente a la televisión para disfrutar de otra tarde encerrada allí.

Después de que se hubo, finalmente, levantado para ir a la tienda, sinceramente no encontraba ni una sola. ¡Maldición! ¡Ella NECESITABA encontrarla o moriría! Antonette estaba completamente perdida en el lugar y casi, casi, sentía las lágrimas aglomerarse en sus ojos por la frustración de no encontrarla.

Una persona apareció en el camino y ella, sin importarle nada, se acercó para después tocarle el hombro.

―¡¿Usted sabe dónde está la tienda de dulces de este lugar?! ―preguntó casi gritando a la joven que se topó en su camino.